lunes, 22 de julio de 2013

Titulo: la princesa que mato al arlequín




En un día cualquiera la princesa en medio de su aburrimiento, quiso que a palacio llevaran los mejores arlequines en todo el reino la caprichosa y solitaria princesa espero mucho pero mucho tiempo para que estos fueran escogidos y trasladados a palacio, uno por uno iban pasando a demostrar sus talentos ella vio muchos pero ninguno logro divertirla por más de cierto tiempo y por eso los mandaba a ejecutar por no ser lo suficientemente buenos, ella pensaba que si no la divertían no lo intentarían entonces con nadie más, una razón para matarlos y por  sus excesivos caprichos, después de mucho tiempo llego uno que a primera vista le molesto por su autentica forma de ser , pero gracias al agrado de los reyes (la reina y el rey) no lo mato le dio la oportunidad y funciono era el mejor arlequín que la princesa jamás tuvo no paraba de reír se sentía tan contenta con el que le dio una gran habitación con todo en el palacio y quedaba muy cerca de la suya por si lo necesitaba estuviera siempre a su disposición, poco a poco por estar compartiendo la princesa se enamoro de este buen arlequín solo que por mucho que él la quisiera no la amaba, la princesa se entero de esto y no lo quiso volver a ver pero no lo hecho de palacio, necesitaba verlo, tenerlo cerca, necesitaba sentir su presencia aquel personaje se le había convertido en una droga, en su obsesión
Como la hermosa princesa era demasiado caprichosa y ya estaba cansada de no poder tenerlo lo mando a ejecutar (decapitación) pero primero que sufriera por no haber correspondido el amor que sentía por él, tenía que ser castigado por hacer sufrir a la princesa
Ya muerto el arlequín, la princesa sintió una gran culpa, se empezó a sentir muy mal por lo que había hecho, no volvió a querer se arranco los ojos y cosió sus labios se murió de amor no pudo vivir más con la culpa de haber sido egoísta y posesiva no pudo dejar libre al arlequín que obsesiono su ser por completo, su buen pero mal amado.




Escrito por: Arles Fernando Zambrano Pérez




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